TSUNAMI
Es un evento complejo que
involucra un grupo de olas de gran energía y de tamaño variable
que se producen cuando algún fenómeno
extraordinario desplaza verticalmente una gran masa de agua. Este tipo de olas remueven una
cantidad de agua muy superior a las olas superficiales producidas por el viento. Se calcula que el 90% de estos
fenómenos son provocados por terremotos, en cuyo caso reciben el nombre más
correcto y preciso de maremotos tectónicos.
La energía de un maremoto depende de su altura, de su longitud de onda y
de la longitud de su frente. La energía total descargada sobre una zona costera
también dependerá de la cantidad de picos que lleve el tren de ondas. Es
frecuente que un tsunami que viaja grandes distancias, disminuya la altura de
sus olas, pero siempre mantendrá una velocidad determinada por la profundidad
sobre la cual el tsunami se desplaza. Normalmente, en el caso de los tsunamis
tectónicos, la altura de la onda de tsunami en aguas profundas es del orden de
1.0 metros, pero la longitud de onda puede alcanzar algunos cientos de
kilómetros. Esto es lo que permite que aún cuando la altura en océano abierto
sea muy baja, esta altura crezca en forma abrupta al disminuir la profundidad,
con lo cual, al disminuir la velocidad de la parte delantera del tsunami,
necesariamente crezca la altura por transformación de energía cinética en
energía potencial. De esta forma una masa de agua de algunos metros de altura
puede arrasar a su paso hacia el interior
Física de los maremotos tectónicos
No existe un límite claro
respecto de la magnitud necesaria de un sismo como para generar un tsunami. Los
elementos determinantes para que ocurra un tsunami son, entre otros, la
magnitud del sismo originador, la profundidad del hipocentro y la morfología de
las placas tectónicas involucradas. Esto hace que para algunos lugares del
planeta se requieran grandes sismos para generar un tsunami, en tanto que para
otros baste para ello la existencia de sismos de menor magnitud. En otros
términos: La geología local, la magnitud y la profundidad focal son parte de
los elementos que definen la ocurrencia o no de un tsunami de origen tectónico.
El 11 de marzo de 2011 un
terremoto magnitud 9.0 en la escala
de Richter golpea Japón.
Tras el sismo se generó una
alerta de maremoto (tsunami) para la costa pacífica del Japón y otros países,
incluidos Nueva Zelanda, Australia, Rusia, Guam, Filipinas, Indonesia, Papúa Nueva Guinea, Nauru, Hawái, islas Marianas del Norte, Estados Unidos, Taiwán, América Central, México y las costas de América del Sur, especialmente Colombia, Ecuador, Perú y Chile.
La alerta de tsunami
emitida por el Japón fue la más grave en su escala local de alerta, lo que
implica que se esperaba una ola de 10 metros de altura. La agencia de noticias
Kyodo informó que un tsunami de 4 m de altura había golpeado la Prefectura de Iwate en Japón. Se observó un tsunami de 10
metros de altura en el aeropuerto de Sendai,
en la prefectura de Miyagi, que quedó inundado, con
olas que barrieron coches y edificios a medida que se adentraban en tierra.
Se habrían detectado, horas
más tarde, alrededor de 105 réplicas del terremoto, una alerta máxima nuclear y
1.000 veces más radiación de lo que producía el Japón mismo debido a los
incendios ocasionados en una planta atómica. Se temía más tarde una posible
fuga radiactiva.
Finalmente el tsunami azotó
las costas de Hawái y toda la costa sudamericana con daños
mínimos gracias a los sistemas de alerta temprana liderados por el Centro de Alerta de Tsunamis del
Pacífico.
Muchas ciudades alrededor
del Pacífico, sobre todo en México, Perú, Japón, Ecuador, Estados Unidos y Chile disponen de sistemas de alarma y
planes de evacuación en caso de un maremoto peligroso. Diversos institutos sismológicos de diferentes partes del mundo se
dedican a la previsión de maremotos, y la evolución de éstos es monitorizada
por satélites. El primer sistema,
bastante rudimentario, para alertar de la llegada de un maremoto fue puesto a
prueba en Hawái en los años veinte. Posteriormente se
desarrollaron sistemas más avanzados debido a los maremotos del 1 de abril de 1946 y el23 de mayo de 1960,
que causaron una gran destrucción en Hilo
(Hawái). Los Estados Unidos crearon el Centro de Alerta de Maremotos del
Pacífico (Pacific Tsunami Warning
Center) en 1949, que pasó a
formar parte de una red mundial de datos y prevención en 1965.
Uno de los sistemas para la
prevención de maremotos es el proyecto CREST(Consolidated
Reporting of Earthquakes and Seaquakes) (Información Consolidada sobre
Terremotos y Maremotos), que es utilizado en la costa oeste estadounidense
(Cascadia), en Alaska y en Hawái por el Servicio Geológico de los Estados
Unidos, la National Oceanic and
Atmospheric Administration (la
Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de EE. UU.), la red
sismográfica del nordeste del Pacífico y otras tres redes sísmicas
universitarias.
La predicción de maremotos
sigue siendo poco precisa. Aunque se puede calcular el epicentro de un gran terremoto subacuático y el
tiempo que puede tardar en llegar un maremoto, es casi imposible saber si ha
habido grandes movimientos del suelo marino, que son los que producen
maremotos. Como resultado de todo esto, es muy común que se produzcan alarmas
falsas. Además, ninguno de estos sistemas sirve de protección contra un
maremoto imprevisto.
A pesar de todo, los
sistemas de alerta no son eficaces en todos los casos. En ocasiones el
terremoto generador puede tener su epicentro muy cerca de la costa, por lo que
el lapso entre el sismo y la llegada de la ola será muy reducido. En este caso,
las consecuencias son devastadoras, debido a que no se cuenta con tiempo
suficiente para evacuar la zona y el terremoto por sí mismo ya ha generado una
cierta destrucción y caos previo, lo que hace que resulte muy difícil organizar
una evacuación ordenada. Éste fue el caso del maremoto del año 2004 pues, aun
contando con un sistema adecuado de alerta en el océano Índico, quizá la
evacuación no habría sido lo suficientemente rápida.
Como ya se mencionó, los
terremotos son la gran causa de los maremotos. Para que un terremoto origine un
maremoto, el fondo marino debe ser movido abruptamente en sentido vertical, de
modo que el océano es impulsado fuera de su equilibrio normal. Cuando esta
inmensa masa de agua trata de recuperar su equilibrio, se generan las olas. El
tamaño del maremoto estará determinado por la magnitud de la deformación
vertical del fondo marino. No todos los terremotos generan maremotos, sino sólo
aquellos de magnitud considerable (primera condición), que ocurren bajo el
lecho marino (segunda condición) y que sean capaces de deformarlo (tercera
condición). Si bien cualquier océano puede experimentar un maremoto, es más
frecuente que ocurran en el océano Pacífico, cuyas márgenes son más comúnmente
asiento de terremotos de magnitudes considerables (especialmente las costas de
Chile, Perú y Japón). Además, el tipo de falla que ocurre entre las placas de Nazca y placa sudamericana, llamada falla de
subducción, esto es, que una placa se va deslizando bajo la otra, hacen más
propicia la deformidad del fondo marino y, por ende, el surgimiento de los
maremotos.
A pesar de lo dicho
anteriormente, se han registrado maremotos devastadores en los océanos
Atlántico e Índico, así como en el mar Mediterráneo. Un gran maremoto acompañó
los terremotos de Lisboa en 1755, el del Paso de Mona de Puerto Rico en 1918, y
el de Grand Banks de Canadá en 1929.
Las avalanchas, erupciones
volcánicas y explosiones submarinas pueden ocasionar maremotos que suelen
disiparse rápidamente, sin alcanzar a provocar daños en sus márgenes
continentales.
Prevención
Un informe publicado por el PNUE sugiere
que el tsunami del 26 de diciembre de 2004 provocó menos daños en las zonas en
que existían barreras naturales, como los manglares,
los arrecifes coralinos o la vegetación costera. Un estudio japonés sobre este
tsunami en Sri Lanka estableció, con ayuda de una modelización sobre imágenes
satelitales, los parámetros de resistencia costera en función de las diferentes
clases de árboles.
Javier Oropeza, ingeniero geólogo del Departamento de Ciencias de la Tierra de
Funvisis, considera
fundamental dar a conocer los tsunamis como fenómeno natural “que puede llegar a ocurrir en las costas venezolanas
debido a la presencia de fallas activas en todo el Caribe, pero seguramente no
con las dimensiones que se presentan en países como Chile, Japón o Indonesia debido la geodinámica que involucra a estos países”.
El experto añadió que “Venezuela, con sus más de 2.000 kilómetros de costa, no está exenta de un tsunami debido a la gran cantidad de fallas geológicas activas que se encuentran en el Caribe, aunado a los volcanes activos que conforman el arco de las Antillas menores al este del Caribe”.
Para educar a la población sobre el tema, Funvisis inauguró la Sala Tsunami en el Museo Sismológico de Caracas, en el Observatorio Cagigal, parroquia 23 de Enero. Ese espacio cuenta con señalización internacional, Infografía de Tsunamis en Venezuela y el Caribe, una maqueta de la costa y de los márgenes convergentes, y fotos de olas de tsunamis.
Aura Fernández, presidenta de Funvisis, dijo que la institución investiga amenazas de este fenómeno mediante el proyecto Gestión de Riesgos en las Costas de Venezuela con énfasis en Tsunamis, investigan la historia del país y diseñan protocolos de respuestas.
El experto añadió que “Venezuela, con sus más de 2.000 kilómetros de costa, no está exenta de un tsunami debido a la gran cantidad de fallas geológicas activas que se encuentran en el Caribe, aunado a los volcanes activos que conforman el arco de las Antillas menores al este del Caribe”.
Para educar a la población sobre el tema, Funvisis inauguró la Sala Tsunami en el Museo Sismológico de Caracas, en el Observatorio Cagigal, parroquia 23 de Enero. Ese espacio cuenta con señalización internacional, Infografía de Tsunamis en Venezuela y el Caribe, una maqueta de la costa y de los márgenes convergentes, y fotos de olas de tsunamis.
Aura Fernández, presidenta de Funvisis, dijo que la institución investiga amenazas de este fenómeno mediante el proyecto Gestión de Riesgos en las Costas de Venezuela con énfasis en Tsunamis, investigan la historia del país y diseñan protocolos de respuestas.