El maestro hace
fácil lo difícil
Un maestro es una persona cuya función específica
dentro de la sociedad es la de facilitar el desarrollo intelectual, personal y
social de sus estudiantes; dicho en otras palabras su propósito es ayudarlos a
aprender nuevos conocimientos y a desarrollar nuevas actitudes o formas de
comportamientos. De acuerdo, solo de aquí surge la pregunta: ¿Cómo? Todos,
padres de familia, maestros e incluso los mismos estudiantes, esperan que los
objetivos del aprendizaje sean alcanzados; todos consideran que el maestro
eficaz y profesional es aquel que lo logra.
Algunos achacan su éxito a factores propios de su
personalidad, al hecho de que sea justo, amable, receptivo, comprensivo,
responsable, confiable y otros, a que posee un dominio suficiente de las
asignaturas que enseña y un profundo conocimiento de los niños y jóvenes así
como sus etapas de desarrollo, de la forma como aprender los seres humanos, así
como a la habilidad que tenga para crear los ambientes propicios para que se dé
el aprendizaje. En realidad son necesarios todos los aspectos necesarios.
Para que un profesor cumpla satisfactoriamente su
función y, además, logre proyectar la imagen del maestro que convierte en fácil
lo difícil, es imperativo el dominio de todo lo relacionado con el aprendizaje,
y la conducta del ser humano, y no depender, como en otras épocas, del sentido
común y las experiencias en el aula. Sin afán de desecharlos, pues ambos
aspectos son de gran importancia, el maestro moderno tendrá que echar mano de gran
variedad de conceptos provenientes de la psicología, sociología, antropología y
otras muchas disciplinas, lo que te permitirá interpretar correctamente la
compleja realidad de los salones de clases y poner en práctica las estrategias
necesarias para reforzarla o corregirla, caso necesario, y de esta manera
construir un entorno que fortalezca el proceso educativo.
Un ejemplo muy común es el que se refiere a los
reforzamiento (psicología); cuando un estudiante observa un mal comportamiento,
casi siempre lo hace por la imperiosa necesidad de reconocimiento al llamar la
atención del grupo; y el maestro, al pedirle públicamente que atienda a la
clase, refuerza esta conducta y el niño continua portándose mal. En este caso,
el maestro está reforzando una conducta negativa. Si por el contrario, el
estudiante realiza un mejor esfuerzo para cambiar algún mal habito y el maestro
lo alaba públicamente convirtiéndolo en un ejemplo a seguir para el grupo, está
reforzando una conducta positiva. Como se verá el maestro, puede resolver o
agravar situaciones utilizando un mismo recurso. Por consiguiente, es muy
conveniente que, en primer lugar, se interprete lo que ocurre dentro del aula y
luego se aplique el reforzamiento o se elija alguna otra estrategia que
proporcione mejores resultados. No debe olvidarse que aunque se posea el
conocimiento teórico sobre algún concepto, esto no significa que ase domine, ya
que para esto se requiere de su utilización practico y repetida en casos
concretos.
Además, también son muy importantes las actitudes que
demuestra el maestro. Puesto que una actitud es una predisposición para actuar,
ya sea de manera positiva o negativa, hacia las personas, ideas o situaciones,
su influencia dentro del proceso enseñanza -aprendizaje es determinante. Una actitud tiene un efecto
directo sobre la conducta. Por ejemplo, si un maestro debe entender los
sentimientos de sus estudiantes, antes tendrá que comprender los suyos propios;
tampoco deberá guardar hacia los niños actitudes o sentimientos que vayan en detrimiento
de su labor; ni manifestar afinidades o rechazos hacia determinados
estudiantes, ni inclinaciones o aversiones por ciertos grupos étnicos, e
incluso ni simpatía o antipatía en algunos tipos de conducta de sus discípulos,
ni actitudes negativas hacia las demás materias que imparte.
Por último, además del dominio de las materias que
imparte, también debe tener un profundo conocimiento de las técnicas de
enseñanza que faciliten el aprendizaje de los estudiantes. En primera
instancia, el maestro deberá crear dentro del aula un ambiente propicio para
que se dé el proceso de aprendizaje; implantando una serie de reglas
disciplinarias, vigilando y reforzando su cumplimiento; luego, tendrá que
cuidar todas sus actitudes de tal forma que no interfieran con su labor, para
después proceder con la enseñanza de las distintas asignaturas aplicando las
técnicas de enseñanza que sean necesarias.
El proceso de enseñanza en relación con el
aprendizaje, consiste en una serie de actividades que realiza el maestro con el
propósito de plantear situaciones que permitan que los estudiantes adquieran
nuevas conductas o modifiquen las que poseen. Son ejemplos de actividades la
conducción del grupo, las órdenes verbales, las preguntas, las exposiciones y
la aplicación de pruebas entre otros,
teniendo siempre presente que enseñar es transmitir el conocimiento adquirido
por incontables generaciones, así como estimular, conducir facilitar y evaluar
el proceso de aprendizaje, conformado a su vez por las distintas actividades
que realizan los estudiantes sobre la base de sus capacidades y experiencias
previas. Si el trabajo del docente se reduce solo a que sus discípulos escuchen
sus clases, lean sus libros de texto y resuman los contenidos, los resultados
tendrán que ser muy pobres. Es distinto cuando le proporciona mejores
situaciones y los conduce para que sus experiencias sean enriquecedoras; por
ejemplo, haciéndoles leer varios textos, elaborar resúmenes, esquemas o mapas
mentales, los haga reflexionar grupalmente y obtener conclusiones.
Ahora bien, ¿Qué técnicas, además de las usadas pueden
captar la atención, aclarar las dudas y reforzar el conocimiento?
Por principio de cuentas, ¿Cuál es, en conclusión la
función del maestro? Exponer sus ideas. ¿Por qué? Porque independientemente del
grado escolar que se trate, la necesidad de dar a conocer a los estudiantes hechos,
conceptos o principios, de explicar conocimientos largos complicados, o de
aclarar las dudas, que se presenten, le obligara a exponer permanentemente y
como consecuencia, tendrá que dominar las técnicas relacionadas con esta
actividad.
La primera técnica es la inducción, que comprende
tanto las actividades como las explicaciones necesarias para relacionar las experiencias previas del
niño con los objetivos de la clase preparada por el maestro. Con esto se logra
una actitud receptiva en los estudiantes que favorece el aprendizaje; o lo que
es lo mismo, se capta su atención cumpliendo con el principio que señala que
“la primera función motivacional del maestro es involucrar al estudiante en el
aprendizaje”. Pero no solo eso, por medio de la inducción se puede crear un
marco de referencia completamente organizado para las ideas, principios o
información que el maestro expondrá después; aquí también puede aumentarse la
comprensión de las ideas abstractas mediante ejemplos y analogías, y,
finalmente, con la inducción se estimula el interés del educando con el
propósito de hacerlo participar en la clase.
En segunda, vendría el desarrollo de la clase auxiliado
por todos los apoyos didácticos necesarios promoviendo la participación del
grupo. Naturalmente que aquí se incluye la resolución de ejercicios, problemas,
etc.
Una segunda técnica es la explicación que consiste en
una plática planeada donde el maestro aclara cualquier idea o procedimiento que
el estudiante no haya comprendido totalmente durante la clase. El explicar con
toda claridad es un arte que debe dominar el docente, puesto que es imprescindible
en cualquier exposición. Por medio de la explicación se demuestran las
relaciones de causa-efecto, se muestra como una acción especifica que rige como
una ley o regla general, se ejemplifica un proceso o procedimiento, o se pone
en claro la intención de una acción o de un proceso. Toda explicación consta de
cuatro partes: la identificación del propósito de la explicación, la definición
de las ideas claves, la demostración o ejemplificación y el resumen o
conclusión.
Otra técnica muy útil es la del cierre, la cual es
complementaria de la inducción y es considerada como una actividad culminante,
análoga a la planeación de una clase. En esta ultima por lo general, se señala
el objetivo, la manera como se alcanzara este y el momento en el que los
estudiantes sabrán que ya lo alcanzaron; mientras que en el cierre, el maestro enseña
y lleva a cabo todas aquellas acciones y explicaciones con las cuales obtiene
una conclusión adecuada de la exposición presentada, ayudando al mismo tiempo a
que los estudiantes ordenen sus ideas en relación a lo visto en la clase. En
función de lo anterior, sus propósitos son los siguientes:
El primer propósito es atraer la atención hacia el
final de la clase, evitando esos típicos cierres que la cortan repentinamente,
(“?tienen alguna duda? ¿No?, excelentes, cierran sus libros y cuadernos y prepárense
para ir al receso”.), para señalar, en cambio, que ha llegado el momento más
importante de la clase, donde todos juntos obtendrán una conclusión. Es por eso
que esta técnica requiere de una cuidadosa planeación que considerara el tiempo
necesario para su realización.
El segundo propósito es ayudar a que el estudiante
organice su aprendizaje recapitulando los diferentes aspectos revisados en la
clase, incluyendo las actividades realizadas, y presentándolos como un cuadro
coherente y significativo. Lo anterior conduce naturalmente al tercer
propósito: reforzar los aspectos principales que se aprendieron centrando la
atención de los estudiantes en las ideas esenciales de los temas que se
enseñaron. Esto equivale a un reforzamiento que aumentara las posibilidades de
que el estudiante recuerde la información relevante de los contenidos presentados.