El maestro lo
sabe todo
“Un buen maestro tiene que ser competente dentro de
una gran variedad de aspectos y demostrar su habilidad en múltiples ocasiones”
Para llevar a cabo una labor informativa de calidad,
es preciso poseer un profundo conocimiento y claro. Esto significa que no es
suficiente el hecho de superar, por escaso margen, el conocimiento que sobre
determinado tema pudieran tener los estudiantes; en definitiva, este tendrá que
ser mucho más amplio, profundo y siempre nacido de la reflexión, de tal forma
que cuando se transmita, sea posible hacerlos sin que se cometan errores y
dentro de un contexto universal, que permita al maestro establecer una
vinculación existente entre las distintas ramas del saber humano.
Aunque es natural que, los contenidos que se imparten
a los estudiantes no sean profundos, al maestro en cambio, le será
imprescindible que posea esa calidad para que pueda llevar a cabo su labor.
Esto le obligara a preparar meticulosamente las clases, con ejemplos,
actividades, láminas, cuadros o esquemas, previendo incluso las dificultades
que puedan presentarse. Este trabajo de preparación es muy necesario, ya que
gracias al educado proyectara ante sus discípulos una imagen positiva: la
autoridad de la enseñanza.
Todo el mundo se dará cuenta de la facilidad con la
que habla del tema; de la seguridad con la que cita datos, fechas e
informaciones adicionales, de la rapidez con la que encuentra distintos apoyos
didácticos tales como lecturas, ilustraciones, fotografías, esquemas, mapas,
entre otros, y todo dentro de un orden perfecto.
Jamás se debe olvidar que el estudiante siempre
será el primer crítico del maestro. El
se da cuenta de las vacilaciones y titubeos que tiene su profesor, de las
rectificaciones que realiza sobre su discurso, de los errores en que incurre al
dar instrucciones sobre determinadas
actividades, de todos esos problemas sin solución que le presentan debido a que
están planteados. En fin, Que como resultado de la inseguridad que el maestro
demuestre durante el desarrollo de las clases, pierde su credibilidad y la
confianza de todo el grupo.
En cambio, si cumplen con el requisito indispensable
del conocimiento amplio de las materias que enseña, su expresión oral, apoyada
por la mímica causara una excelente impresión a sus estudiantes, quienes
entonces se dará cuenta del dominio que posee y terminaran por obtener absoluta
confianza en él, pues sentirán que puede ayudarles cuando ellos lo necesiten,
mirándole como una autoridad que es capaz de resolver cualquier dificultad que
se les presente.
Por lo tanto, por el hecho de preparar adecuadamente
cada una de las clases, el maestro demostrara:
v
Que conoce la
asignatura y que posee la habilidad necesaria para impartirlas.
v
Que es capaz de
analizar los problemas y los fenómenos relacionados con cada asignatura.
v
Que es capaz de
organizar el proceso de enseñanza-aprendizaje en contextos más amplios y
profundos.
Por otra parte, esta imagen de autoridad que proyecta
el educador hace sentir a los demás que están ante alguien que conoce y que
está seguro de ese conocimiento, aunque al mismo tiempo esta consciente de las
imitaciones de su saber y esto le hace seguir aprendiendo, situación que le
permite segur proyectando la misma imagen.
La autoridad, aunque difícil de describir, es muy
fácil de percibir, y crea una relación muy especial con el profesor y sus
estudiantes, lo cual es fundamental porque permite al primero tanto dirigirlos
como influir en ellos. Además, el hecho de que sea capaz de decir “no se” no le restara autoridad y si, en cambio. Le
hará verse sincero a los ojos de los demás. Un maestro integro no miente ni
finge saber cuando en realidad no sabe.
Incluso también puede ocurrir que a veces se muestre
desordenado o denote no haber preparado su clase. Tampoco aquí pierde su
autoridad. El verdadero problema se presenta cuando el maestro dice a cada
momento que “no sabe” o se ha convertido en un desordenado habitual. En ambos
casos, si esto ocurriera, dejaría de ser maestro.
El conocimiento y la destreza o habilidad son
fundamentales para el profesor, y la imagen de autoridad proyectada se
convierte en parte de su personalidad. Claro está que el maestro no es
perfecto; sin embargo, como autoridad en el conocimiento sabe más que sus
discípulos. El único problema que puede presentarse es que llegue a asumir una
figura de suficiencia; no debe olvidar que por la misma fuerza de la costumbre
es posible que adquiera el habito de contestar con ese “tono de maestro” tan
característico o cualquier pregunta que se le haga fuera de la clase o, pero
aun, que crea que su juicio es infalible
y, por tanto, se convierte en arbitrario.
Pero fuera de esta posibilidad, la cual se ve
neutralizada por el desarrollo que como
persona caracteriza a un buen maestro, ofrece a sus estudiantes las siguientes
ventajas:
v
La presencia de
alguien que ya recorrió el camino del conocimiento y que, por lo mismo, es
capaz de guiarlos con absoluta seguridad.
v
El contar con un
maestro cuyo conocimiento experto los anima y fortalece a la vez que se les
atrae hacia el estudio y la experiencia, factores esenciales para poder
aprender.
v
El convertir con
un ejemplo real de las ventajas de conocer y aprender, y que les demuestre como
una persona que sabe esta consciente de que no lo sabe todo y por lo mismo
respetan a los que saben menos y se interesa por ellos, convirtiéndose en la vía
que comunica la ignorancia con el conocimiento, y el apoyo seguro que lo
difícil parezca fácil.
Lcda. María de los Ángeles Martínez
Lcda. María de los Ángeles Martínez